Jorge Baya Casal*
Pensar en este tema es reflexionar sobre el tiempo.
Verdaderamente, no sabemos bien lo que es realmente el paisaje. Puede ser una imagen, un recuerdo, un espacio; en todo caso es uno de los marcos donde sucede la vida de las personas.
En ese sentido, puede ser interior: un estado de ánimo, una nostalgia, una vivencia… En estos casos, son paisajes atemporales porque habitan en el interior de nosotros.
Al referirnos al territorio es cuando el tiempo forma parte indispensable y condiciona su carácter. Los paisajes efímeros están ligados a una escala de tiempo que los hace volátiles, escurridizos, pasajeros, y esa misma característica les otorga su mayor valor. Los preciamos porque sabemos que pronto morirán para renacer –como un jacarandá en flor– o para no regresar nunca más al igual que un irrepetible atardecer.
El paisaje territorial se expresa de infinitas maneras en su carácter de efímero. Me gusta hacer un ejercicio y comprender ciertas imágenes que he tomado con mi cámara para “atrapar” esa perspectiva huidiza que se cuela entre las agujas del reloj y estimula mi deseo de retenerla para siempre.
Los cielos
El escenario del cielo es siempre una función en permanente cambio. Quizás en eso resida la fuerza expresiva de este componente que con su luz y su textura condiciona la escena que enmarca. Atardeceres, amaneceres, tormentas y cielos calmos conforman el carácter efímero de ese paisaje que envuelven, haciendo que el marco modifique sustancialmente el espíritu de cada lugar y el mensaje final que tiene para darnos en ese preciso momento.
Amanecer en Corrientes
Atardecer en la provincia de Buenos Aires
Amanecer en el Río de la Plata
Mediodía en la Pampa
Los reflejos y las luces
Las imágenes reflejadas sobre superficies son siempre paisajes efímeros, ya que dependen de la luz, de la atmósfera y sobre todo del punto de vista desde donde las vemos. Esta cualidad que tienen los reflejos ha sido potenciada por los fotógrafos, quienes han sabido sacar provecho de esta inmediatez, capturando representaciones únicas e irrepetibles, muchas veces oníricas o risibles, pero siempre pasajeras, y que son la esencia de estas escenas fugaces. Veamos algunas de ellas.
El Río de la Plata cambia de color según el oleaje producido por el viento o la calma, virando del sepia grisáceo al violeta fuerte.
Una laguna en la pampa húmeda varía su tono de violáceo oscuro a celeste, dependiendo del lugar desde donde se la mire.
Parterre d’Eau (Jardín de Agua) de Versailles. Ideado por Le Nôtre, es un jardín realizado exclusivamente sobre la base de reflejos que cambian con el cielo, la luz, la atmósfera, el viento. No en vano es el jardín de la Galería de los Espejos.
Atardecer en el Paraná, conjunción perfecta de cielo y río, luces y sonidos que reflejan las mutaciones constantes de un mismo paisaje en movimiento. El tacto también está presente, a través de las brisas vespertinas que van y vienen, acariciando un horizonte efímero.
Amanecer en la costa del Río de la Plata. El efecto de la contraluz revela el color plata de las aguas.
Álamos iluminados por el atardecer
El agua en movimiento
Si hay algo que se puede mirar sin cansancio, es el agua en movimiento. A su vez, no hay nada más inasible. ¿Quién se fastidia de ver las olas romper contra las rocas, o se hastía de observar una fuente borbotear? Aquí no solo juega la vista, el oído y el tacto también se invitan a este disfrute eternamente renovado.
El mar, siempre el mismo y siempre distinto. El ojo ve espuma que se desvanece y el oido escucha el romper de las olas en una música fugaz que no se puede retener.
Fuente en la plaza de Tandil. Cada gota sucede a otra en una infinita cascada que no se puede atrapar, el paso de cada una es efímero, único y distinto. La vista y el oido son testigos de una escena perecedera que se repite una y otra vez sin ser la misma.
La fauna
La presencia de la fauna en el paisaje constituye un factor de cambio y de movimiento, otorgándole a la escena una constante novedad. Todo paisaje que integre la fauna ofrece un espectáculo siempre indeciso, más aún si son aves.
Tambo en la provincia de Buenos Aires. El ganado es un factor de movilidad en el paisaje.
Aves en el lago superior del Bois de Boulogne, París. Así como están en reposo, levantan vuelo y desaparecen en un instante.
Las flores
Todas las flores aportan delicadeza, color, sutileza. Son el “alma” del paisaje. Pero cuando se manifiestan a gran escala, llegan a imprimirle su “tono”, que rápidamente se disipa porque en pocos días las flores, por ley natural, se transforman en frutos.
Veamos unos casos.
Salta: lapacho rosado en flor
Salta: lapachos amarillos en flor
Parque Pereyra Iraola: lágrima de la virgen en flor en un bosque de álamos carolinos
Buenos Aires: jacarandás en flor
El aire en reposo o en movimiento
La acción del aire en el paisaje produce cambios bruscos en las dunas marítimas que constantemente mueven la arena de un lado a otro y modifican la silueta de la costa. También, el aire frío depositado en zonas bajas genera nieblas que afectan el paisaje por períodos cortos.
Costa atlántica, Argentina
Bosque de pinos en mañana con neblina, costa marítima, Buenos Aires
Conclusión
En cuanto que realidad conformada por elementos vivos e inmersos en el tiempo, podríamos afirmar que todo paisaje es “efímero”. Quizás haya que definir en qué grado . Lo cierto es que, referido a la escala temporal de la vida normal de una persona y a la escala espacial del cuerpo humano, el paisaje efímero queda entendido como aquel que no permanece idéntico a lo largo del tiempo y cuyo cambio puede ser percibido como “fugaz”, huidizo, inasible… Para nosotros, los paisajistas que nos dedicamos a producir y construir imágenes de paisaje, esta capacidad de crear uno que sea efímero se nos escapa de las manos, ya que las condiciones que lo hacen tal no dependen de sus componentes, sino del “marco” en el cual se inserta (el cielo, la luz, la atmósfera) o de factores cinéticos como el viento, el movimiento de las aguas o los animales, o el paso del tiempo a través de sus procesos biológicos (floraciones, brotaciones, caída de hojas etc.).
Por eso no puede decirse que el paisaje efímero pueda ser realizado por paisajistas, ni por usuarios, ni por persona alguna. Quizás en ello residen su encanto y su atracción.
Noviembre 2020
*Arquitecto, paisajista y miembro frundador de @tribuverde
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