Florencia Aguilar*

La ciudad de Buenos Aires

La ciudad de Buenos Aires, tanto como los partidos del conurbano costero del Río de la Plata, ha avanzado sobre el río con el objetivo de crear nuevas áreas costeras de borde ante la ausencia de espacios verdes vinculados a la situación ribereña, en pos de revertir este contexto de negación o de espaldas a la costa. 

Es importante comprender a la costa no como un elemento lineal que se recorre en sentido norte-sur, sino como un sistema más complejo y estructurado en torno de los ejes perpendiculares y lineales que facilitan su llegada y que el nuevo suelo ganado no se encuentra articulado con la lógica urbana.

Recién en los últimos tiempos se ha tomado conciencia de la importancia del concepto de costa ribereña pública  y de que debemos generar bordes amigables que dialoguen con la ciudad y se conviertan en elementos aglutinadores de la sociedad.

Sin embargo, los continuos avances con relleno sanitario sobre la costa dificultan la circulación libre del río y atentan contra la biodiversidad del delta, que avanza cada año, extendiéndose hacia el sur, y genera bancos de tierra que afectan la navegabilidad. Estos rellenos con escombros y la acumulación por sedimentación hicieron que la costa se alejara respecto del trazado original, siendo cada vez más inaccesible.

Glorieta de Costanera Sur en CABA con sus antiguas bajadas a la playa. El horizonte se encuentra detrás de la vegetación de la Reserva Ecológica Costanera Sur.

Ante esta situación, el tratamiento de estos bordes costeros debe ser muy cuidadoso y realizado sobre la base de una conciencia urbana ambiental. El predominio del suelo verde absorbente, con gran cantidad de forestación con estera, es clave para la cuestión ambiental e hídrica. El río debe conservar la posibilidad de expandirse y retraerse sobre suelo natural, para lograr en alguna medida su autorregulación. A tal efecto, las líneas del camino de sirga deben quedar libres para reconstruirlo de forma continua en toda la costa. El cambio climático es una realidad muy clara que debe estimularnos a crear ciudades resilientes a sus futuros escenarios.

Buenos Aires, durante su historia como ciudad-puerto, ha tapado su borde costero con decisiones de ubicación de equipamientos de infraestructura metropolitana. Asimismo, como dijimos antes, los progresivos rellenos del río con escombros hicieron que la costa se alejara cada vez más de su trazado original. Una clara idea de esto nos la brindan los miradores ubicados en el parque Lezama y en Barrancas de Belgrano; en la Recova, sobre la avenida L. N. Alem, y en el paseo de la Costanera Sur.

La dinámica de avanzar sobre la costa y crear nuevo suelo urbano se ha puesto en marcha desde hace más de cien años. La condición de costa de sedimentación del Río de la Plata y la formación de adherencias y bancos de arena han facilitado esta situación, pero, claramente, le hemos negado el río a la ciudad.

El gran desafío a futuro que la ciudad tendrá para abordar es cómo se pensará el desarrollo de las futuras nuevas franjas costeras que surjan de la renovación y reconversión urbana.

Los nuevos paradigmas de ocupación de suelo a urbanizar cambiarán los conceptos de la distribución del área verde pública y su relación estrecha con el borde costero, dándole prioridad en la estructura urbana y dejando que el sector a urbanizar correspondiente al área privada aproveche el área pública y costera desde sus visuales y no desde la pisada. El sur de la ciudad tiene un gran potencial para que suceda esta reconversión de sus bordes si se articula con el área de Puerto Madero y el casco histórico de la ciudad.

El reciente concurso urbanístico respecto del predio de Costa Salguero, lindero del aeroparque, se encuentra dentro de esta línea de pensamiento: hay una gran superficie de nueva área verde a ser incorporada a la ciudad buscando lograr la continuidad del borde costero con un gran parque urbano a través de su unión con el proyecto del Distrito Joven y la renovación del puerto de Buenos Aires.

La propuesta ganadora es contundente en la generación de un gran parque ribereño y el diseño de la costura con la ciudad. Se debe prestar especial atención al sector a urbanizar, para que las disposiciones de los nuevos edificios no constituyan en su frente una barrera visual a la costa.

La llegada a la costa, en la ciudad de Buenos Aires, está marcada por la necesidad de atravesar barreras físicas como son las playas ferroviarias, los asentamientos precarios ausentes de estructura circulatoria urbana y los grandes equipamientos de infraestructura metropolitana.

La idea de la reconversión del puerto de Buenos Aires está en esta línea: consiste en hacer de él un puerto más amigable, sin que pierda la condición de puerto que estuvo en la génesis de la ciudad desde sus orígenes, tal como sucede en la ciudad de Barcelona donde conviven lo portuario, lo recreativo y el espacio público.  La obra del Paseo del Bajo, que libera las calles del transporte de carga, mejoró significativamente la circulación . El cambio normativo, que propicia la multiplicidad de usos del área, también otorgará una nueva calidad ambiental urbana. Sin embargo, son procesos de largo aliento que tardan en materializarse.  La unión de este sector con la Costanera Sur permitiría una continuidad urbana peatonal.

Es preciso buscar más sucesiones de acciones en sentido perpendicular a la costa para proveer a la ciudad de llegadas concretas a la costa, especialmente en el borde norte de la ciudad, donde las vías de circulación rápida dificultan su acceso.

El conurbano bonaerense y su relación con la costa

En el conurbano bonaerense, la creación de nuevo suelo urbano producto de relleno sanitario se ha continuado con mayor predominio sobre el eje norte. Un claro ejemplo, para ver en qué medida se ha avanzado sobre la costa, es el camino del Fondo de la Legua, cuyo recorrido caprichoso atiende al criterio de ubicarse a una distancia equivalente a una legua de la costa.

 A lo largo de los años, la relación costa pública versus costa privatizada respondió a una ecuación que privilegiaba lo privado. En los últimos años, los municipios han buscado acercar la costa creando nuevas áreas costeras con diversos rellenos sanitarios.  Si bien la finalidad es muy buena, ya que se apunta a crear nuevas áreas verdes antes inexistentes, el nuevo relleno atenta contra el ecosistema del delta.

“Es vital para el ecosistema del delta detener los rellenos, y el gran desafío será la creación de nuevas áreas verdes costeras sin avanzar sobre la costa.”

La comprensión de la geografía del agua es clave para el gran ecosistema y para ver cómo esta naturaleza se integra con la ciudad. La costa presenta diferentes bordes –que pueden ser rocosos, humedales, de sedimentos– que trabajan en conjunto para la autorregulación. El hecho de negar su presencia contribuye a los desastres naturales: en épocas de sudestadas el agua avanza sobre zonas urbanizadas.

La revisión de las áreas costeras concesionadas puede ser un gran paso para lograr la circulación costera continua y, además, favorecer la creación de nuevas áreas verdes con predominio de suelo absorbente.  

Por otro lado, es posible alcanzar una correcta ecuación entre el área público y el área privada. Esta situación favorable se observa en la costa atlántica, donde se  camina por ella en toda su extensión, aun cuando haya zonas concesionadas. No sucede así en las costas del Río de la Plata, ya que las concesiones siempre las incluyen, para explotar el borde costero con marinas, puertos, entre otros enprendimientos. La pregunta se refiere al modelo de ciudad.

¿Cuál sería el modelo de ciudad deseado dentro del sistema de ciudades del conurbano bonaerense en función a su borde costero?

El trabajo en conjunto de todos los municipios para crear un “Plan integral costero del Río de la Plata y el Paraná” sería un primer paso para avanzar en un modelo deseado. La implementación de políticas comunes consensuadas que garanticen la continuidad del borde de costa, el camino de sirga, y un criterio único en cuanto a la explotación costera y la libre circulación generarían un sistema único sostenible y sustentable.

Se debe trabajar en una propuesta de ciudad más humana, donde lo público y lo privado dialoguen, con el objetivo de potenciar el área a través de la restauración de una costa abierta. Los municipios deben incurrir en mayores costos e inversiones destinados a la gobernanza y la gestión de los espacios costeros. La ecuación público-privado es clave para lograr la sustentabilidad económica del proyecto urbanístico.

En los municipios de Vicente López y San Isidro se han creado nuevos parques urbanos en el nuevo suelo adquirido a la costa, pero es importante que se determine un borde de cierre del mismo, para evitar mayores problemáticas ambientales a posteriori.

Estos parques son usados con gran éxito, especialmente los fines de semana, tanto por la población próxima como por la de las áreas circundantes. Hay una gran necesidad de espacios verdes de carácter recreativo y deportivo en el conurbano, donde la relación espacio verde por habitante es muy exigua. La materialización de la continuidad de estos entre los municipios les dará la fuerza para constituir un “parque urbano costero”. Es importante revisar las concesiones de los predios para vislumbrar la posibilidad de incrementar zonas costeras de borde.

Existen varios temas a considerar aún, como por ejemplo la llegada del peatón a la costa, siendo en la actualidad el vehículo privado el gran protagonista. La movilidad en bicicletas y otros medios alternativos va ganando espacio; sin embargo, falta generar un sistema circulatorio claro que les dé mayor prioridad, trabajando no solo en la franja paralela a la costa sino también en las calles de acceso en sentido perpendicular a la misma. Para que esto suceda, es preciso recolectar datos del tejido de la ciudad que llega a la costa, de manera que exista un punto de referencia con el sector de la ciudad al cual estamos vinculados; y también considerar una sucesión de elementos articuladores, como hitos y nodos, que rematen en la costa, cociendo puntos de interés urbanos, culturales y sociales.

Continuando el recorrido de borde costero hacia el norte por el río Luján, se observa una costa más difusa, con una gran sucesión de clubes náuticos, marinas, astilleros, puertos y concesiones para entretenimientos. La relación espacio público-espacio privado está muy desequilibrada. Ingresando a Tigre a la altura de la estación, recién comienza la tradicional rambla costanera que renueva el paisaje, junto con el Puerto de Frutos. Este lugar cobra un gran protagonismo los fines de semana, debido a su proximidad de la costa y a la posibilidad de realizar paseos costeros en las lanchas para explorar el delta, en un sentido mucho más democrático.

Trasladando la situación costera hacia el río Paraná, siempre hacia el norte, el tejido urbano es más discontinuo, con concentraciones urbanas en Campana y San Nicolás. También estas ciudades han negado a la costa en la génesis de su estructura urbana. Para estas ciudades hay dos proyectos que prometerán devolver la costa, mediante la disposición de suelo estatal. En Campana existe un antiguo predio ferroviario de carga con posibilidades de reorganizarse para liberar un parque costero y en el municipio de San Nicolás se realizó un concurso urbanístico denominado “San Nicolás de cara al río”, que reduce el área de un batallón perteneciente al Ejército y genera una urbanización nueva, también con un gran parque ribereño.

Efectos del Covid en las ciudades

El Covid y su cuarentena han afectado tanto a las personas como a las ciudades y van a dejar su huella, tal como ha sucedido en otras pandemias.  No todo ha sido negativo y surgen datos que pueden ayudar a la reconversión de áreas urbanas.

Si bien las ciudades han sido epicentro de los contagios, se ha revalorizado el concepto de la urbanización sostenible para mitigar la degradación ambiental.

En términos de contaminación ambiental, ha tenido un impacto positivo: debido a la disminución del uso del auto, ha bajado la emisión de la huella de carbono a niveles históricos. La “peatonalidad” y la bicicleta han crecido en forma exponencial, dado que la cuestión sanitaria ha reducido el uso de transporte público.

La disminución del contagio en los lugares al aire libre, donde se facilita la distancia social, ha expulsado a la gente a las calles, los parques y las veredas.  La vida social, plasmada en cumpleaños y otros festejos, se ha trasladado a los parques, los picnics y reposeras están cada vez más sofisticados. Hoy se han multiplicado las actividades que la gente realiza en los parques: se ven clases de gimnasia, de flamenco, jardines de infantes móviles, taichí, yoga, entre otras.

La búsqueda de verde abierto en contacto con el río es muy intensa, los parques se ven repletos de gente, tanto los días de semana como los fines de semana. Es una ocupación mucho más acentuada que en las épocas pre-Covid.  Se ha mostrado que la población puede adquirir hábitos de movilidad activa y la bicicleta ha predominado en las calles. Las zonas de estacionamiento han pasado a ser espacios con mesas para ser usadas por el público.

“Es como si, naturalmente, esta situación de crisis sanitaria lograra autorregular los malos hábitos de transporte y mostrar cómo debe ser el modelo de ciudad ideal”.

Las áreas verdes se están convirtiendo en las nuevas “ágoras urbanas reales”, son el punto de encuentro de familias y amigos. También pueden ser áreas donde, además de actividades deportivas, recreativas, culturales, familiares, se realicen actividades productivas.

 El concepto de huerta urbana está comenzando a verse tímidamente en bordes de predios en áreas remanentes, pero no está desarrollado el concepto integral de huerta urbana, en una escala mayor que beneficie a toda la comunidad. El mismo puede pasar a incorporarse en los parques, para generar zonas claras de autoproducción que fomenten la alimentación saludable.

*Arquitecta MDI.


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